2 de julio de 2014

Caléndula

                                              Las bestias, los relámpagos, los hombres
                                              y también la caléndula que estalla
                                              - ¡alegría, alegría!- con su grito naranja;

                                              la hierba siempre dulce y sometida
                                              al lentísimo aliento de la tierra,
                                              y este mar que despliega mi fatiga,
                                              y esta brisa que riza mi alegría.
                                                                                            Más
                                                                                            Gabriel Celaya



La mayoría de los test usados para valorar las demencias incluyen una serie de preguntas para determinar la orientación temporal del sujeto, entre las que no suele faltar la siguiente: ¿en qué día del mes estamos? Nuestra flor de hoy, la caléndula (calendula arvensis) me ha llevado a conocer la complejidad del cómputo romano de los días y a pensar que de seguir vigente seríamos muchos los que tendríamos un punto negativo seguro en los test de demencia.


En cada mes los romanos tenían tres días fijos: la calendas, que eran el primero de cada mes, los idus que en los meses largos era el decimoquinto y en los cortos el decimotercero (como vemos lo de fijo es un decir) y las nonas que eran nueve días antes de los idus, contando ambos, y que por tanto podían ser el séptimo o el quinto día del mes. Para nombrar el día fijo no había mucho problema: así el 1 de febrero serian las calendas de febrero, el cinco de abril las nonas de abril y el 15 de marzo es de todos bien sabido que son los idus de marzo. El problema es con el resto.


Si se trataba del día inmediatamente anterior o posterior a calendas, nonas o idus pues se decía eso. De este modo el seis de octubre se llamaría el día antes de las nonas de octubre  y el ocho el día después de las nonas de octubre. Para el resto se contaba cuánto faltaba para el siguiente día fijo. Veamos un ejemplo: cómo denominaríamos al 20 de junio (leerlo despacio para no perderse). La siguiente fija son las calendas de julio, al tener junio 30 días faltan 10, pero como hay que contar el día que estamos situando y el propio día de las calendas, tenemos que sumar dos lo que nos da doce. El 20 de junio sería por tanto el duodécimo día antes de las calendas de julio. Un lío. Para colmo había 45 días a lo largo del año que tenían nombres especiales, uno de los cuales ya apareció por aquí


Julio César (el que no se cuidó de los idus de marzo, pese a las advertencias que según Shakespeare le hicieron) reformó el calendario y una de las novedades que introdujo fue la de incluir un día más cada cuatro años. ¿Cómo lo hizo? Lo más sencillo hubiese sido añadirle a febrero que tenía 28 días uno más, el vigesimonoveno. Pero ya lo decía Obelix: están locos estos romanos. Había que complicarlo. Se lo añadió a febrero, sí, pero no al final sino intercalado entre el 24, sexto día antes de las calendas de marzo (hacer las cuentas) y el 25, quinto antes, y para no liar a sus conciudadanos le llamo sexto día antes de las calendas de marzo bis (bis sextum kalendas martias), con lo que el resto de los días no cambiaban de nombre. De ahí que nuestro año con 366 días se llame bisiesto.


De calenda viene nuestro calendario y  el nombre de nuestra flor. queriendo indicar que al igual que todos los meses tienen calendas también la caléndula florece, si las circunstancias son favorables, todos los meses (uno de los nombres vulgares que recibe es precisamente ese: flor de todos los meses).


2 comentarios:

Miguel García dijo...

Independientemente de las fotografías de la caléndula, me ha parecido interesantísima tu disertación sobre el calendario romano. Un abrazo,

JUAN FUENTES dijo...

Tus fotografias,junto a tus notas,ayudan al espectador a amar un poco más a la naturaleza

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